![]() |
Está en marcha el XXI Certamen de Adopción. Entra y vota tu artículo favorito en esta página |
![]() |
La historia de Chungo Juan
Archivo:Muerto 3(2).jpg | Muerto
El autor de este artículo, al parecer, se ha ido a una de sus citas al WC y suponemos que murió como el desdichado de aquí a la izquierda. Así que en su memoria, no seas cabrón, ponle más chorradas al artículo. |
De la serie héroes del mundo: | ||
Chungo Juan | ||
| ||
Alias | GasJuan | |
Superpoderes | Pegar muy fuerte y correrse en tu cara | |
Novia | Ya le gustaría | |
Enemigos | De todos los sabores | |
Ciudad donde actúa | Oviedo, Espiña | |
Carácter: | Típico tío al que todos pegan en clase | |
¿Es malo o bueno? | Influenciable | |
Vestimenta | Camisa metida por dentro, pantalones hasta los sobacos y calcetines con chanclas | |
Grupo al que pertenece | AC/DC | |
Antecedentes | No porque es muy buen chico :D | |
¿Natural o artificial?: | Artificial, anteriormente natural | |
Secuelas | De momento no | |
Juegos que protagoniza | Tekken 5, Mortal Kombat, My Little Pony |
Chungo Juan
Juan Espinosa Palwak nació en Oviedo el 2 de septiembre de 1994, en el seno de una familia de clase media-baja-baja. Desde siempre fue un niño introvertido y gran amante de las cosas a las que nadie le importa, como los minerales, las monedas y demás gilipolleces.
Cierto día, Juan conoció a Laura, de la que se enamoró, y desde ese día ha intentado conquistarla, siempre en vano.
Para conquistarla, Juan se hizo chungo. A continuación se puede sufrir leer su historia (si tienes cojones).
y murio por drogadicto por ver este artículo
Introducción, el origen de Chungo Juan (GASJuan!)
Hace ya algún tiempo, cuando Juan era joven e inexperto, a la edad de 14 años recién cumplidos, sucedió todo.
Juan iba tan tranquilo como siempre, bajando a pata de alemán, que tiene que ir a la Escuela de Idiomas y está en el quinto coño, sube en autobús pero baja andando porque es más sano. Pues Juan bajaba andando pensando en sus cosinas y tal cuando de pronto oyó como si un autobús descontrolado conducido por un conductor hebrio estuviese a punto de atropellarle y lanzarle a unos residuos radioactivos, explotando también dicho autobús. Y en efecto; un autobús descontrolado conducido por un conductor hebrio le llevó por delante y se estrelló contra unos residuos radioactivos que pasaban por allí. El autobús explotó y, junto con los miles de grados del fuego y las parículas gamma de los residuos, destruyó por completo el cuerpo de Juan. Pero algo pasó. Juan no murió del todo, sino que se convirtió en una especie de gas, similar al vapor. Ante esta situación, Juan no sabía que hacer. Ahora era una especie de gas, conocido como ununoctio, sí niños, el que está al final de los gases nobles que la profe nunca pregunta. Juan voló a su casa y avisó a sus padres.
- Ma, ¡ahora soy gas!
- Oh Dios Juan, ¡ahora eres gas! -dijo la mamá de Juan.
- No podemos permitir que nadie se entere de esto, hijo -terció el padre-, Iker Jiménez te sacaría en su programa y la gente haría demasiadas preguntas.
- Serías estudiado como si fueses un alienígena o algo así, y después te llevarán al circo -sollozó la madre de Juan.
- Debemos mantener esto en secreto.
- Está bien, padre, pero... ¿no notarán mis amigos, familiares y profesores mi ausencia?
- Ven conmigo, hijo -dijo su padre con énfasis en cada palabra, espacio y coma.
Daba la casualidad de que su padre estaba trabajando en un brazo biomecánico para ayudar a los niños víctimas de la guerra, porque es muy buen tío. El señor padre de Juan hizo unas modificaciones en el brazo y construyó otro más, amén de dos piernas. También construyó una cabeza. La hizo con un molde de la cabeza de Juan que le había hecho una vez mientras dormía, porque se aburría, y dentro diseñó toda una red nerviosa artificial que podría controlar desde el interior de un hueco dentro de la susodicha cabeza biomecánica. En vez de construir un cuerpo biomecánico para Juan, lo que hizo fue coger un plástico, unirlo con tornillos a las piezas metálicas de Juan y sellarlo bien. Puso una pieza de metal en la entrepierna para así formar las piernas, ya que sin ella, quedaría como uno de esos pantalones cagaos que no molan nada. Ahora Juan era una especie de androide hehco de vapor y metal, al más puro estilo steampunk. Ahora Juan es... ¡¡EL HOMBRE DE VAPOR!! Desde ese día se convirtió en un chungo, en parte para impresionar a Laura, pero quizá sus nuevos chungopoderes hayan eclipsado al verdadero Juan... ese Juan entrañable y sin malicia de quien todos se aprovechaban, pero así es mejor, ahora puede follarse a Laura cuando quiera porque es chungo, y nos defiende de los malhechores, además de que nos da galletas a Nico y a mí, y así no morimos de inanición.
Pero como decía el tío Ben, un gran poder conlleva una gran responsabilidad... Pero el gas del que está hecho Juan es más duro que el acero, y tarde o temprano, conquistará el corazón de Laura, irá al Hook todo guay y nos dará a Nico y a mí dos galletas :3
Capítulo I - Chungo Juan empieza a meterse donde no le conviene
Fue entonces cuando Chungo Juan decidió hacer algo. La perfección reencarnada en una mujer, a los ojos de Chungo Juan, cruzaba los pasillos cada día. Nadie sabe muy bien como sucedió todo, porque cuando sucedió, tanto vosotros como yo mismo, aún éramos muy jóvenes para entender estas cosas, porque nuestras vidas se centraban en los digimon, los tazos, las mujeres y la música. El caso es que ese momento fue una leyenda al segundo siguiente de producirse, un mito, un cuento para dormir a los niños pequeños. Laura nunca dijo que sí. Pero lo bueno de Chungo Juan es que su optimismo y tenacidad no tienen límites. Chungo Juan siguió intentándolo, mientras todo el mundo le decía que lo dejase, él se esforzaba por llegar a su corazón, aunque fuese sólo rozarlo, arañarlo con la punta de los dedos, sentir su calor. A raíz de esto, Chungo Juan se metió en un universo extraño, donde las leyes eran sugerencias, donde el grupo lo era todo, donde se compartían las victorias y derrotas. Un día, Chungo Juan regresaba a casa. Era de noche. Se encontró con un grupo de gente que conocía, de vista, que conocían la historia entre él y Laura. En un principio, se metieron con él.
- Eh chicos, mirad lo que tenemos aquí –dijo el que parecía el jefe.
- Es Juan, el chaval que le pidió rollo a Laura –dijo otro, mas flaco.
Y se rieron todos como piratas. Juan decidió no decir nada y seguir andando, pero se vio encerrado.
- Verás... -comenzó a decir uno de ellos-, resulta que conocemos un poco a Laura –era obvio que no la conocían, Laura nunca saldría con ese tipo de gente-, y verás tío, nos pidió que… te “apartásemos”.
Laura no había pedido nada a nadie, y Chungo Juan lo sabía. Fulminó al amenazador con la mirada.
- Déjame en paz, tío –advirtió.
El chico se aproximó más a él, con intención de pegarle. Pero Chungo Juan había ido al gimnasio y había entrenado duramente con su maestro, el Carlinos. Un puño rápido como una partida de ladrón, puta y policía en el recreo con el Migui y algunos más golpeó el estómago del muchacho, lanzándolo varios metros atrás. Cuando los demás chicos se abalanzaban contra Chungo Juan, una voz lo cortó todo.
- Parad –dijo el jefe.
Chungo Juan lo miró fulminantemente fulminante, pero algo nervioso… ¿qué diría?
- Das buenas hostias, chaval... te ofrezco un trato.
Chungo Juan empezó a caer en su mundo, como una mosca en una telaraña.
- Nosotros te ayudaremos a conquistar a Laura, pero a cambio, debes ser uno de los nuestros, y pelear junto a nosotros en cualquier pelea que se nos presente.
La historia de cómo Chungo Juan aceptó y se metió en el mundo de las bandas callejeras también es una leyenda que viene junto a la otra, como la revista Pokémon con la revista Nintendo. Pero aún hubo más leyenda.
A la mañana siguiente, Chungo Juan no estuvo con sus amigos donde siempre en el recreo. Estuvo con sus nuevos amigos chungos. Un aura de “no te acerques a ellos, son mala gente” envolvía al grupo, y ahora Chungo Juan estaba con ellos. Quizá tuvo mala suerte al verse intimado con este grupo, pero la habría tenido peor si se hubiesen enemistado. Juan no se podía quejar. Ahora era de los más chungos y temidos, pero como todo, lo que uno ve como bueno, otro lo ve como malo. Ahora Chungo Juan estaba en medio de algo que no controlaba del todo bien, y todo por Laura.
Todo por nada.
Capítulo II - El Rapper
Se creía que el Rapper era el más joven de la banda. Tenía unos siete u ocho años. Ni el mismo lo recordaba.
Nació y creció en Oviedo bajo el nombre de Godofredo, y siempre, desde pequeñito, destacó en todas las asignaturas. Cuando estaba en 1º de Primaria, ya hacía las funciones cuadráticas mejor que tú. A los 6 años, adelantaron al chaval unos cuantos cursos. Pasó de 1º de Primaria a 2º de la ESO. Su cociente intelectual era de 185. Pero al cambiarle a 2º, empezó a decaer. Sus amigos pronto le metieron en el mundo del Rap y de las bandas callejeras. Se pasaba el día en la calle fumando y haciendo grafitis por los rincones. Pronto empezó a usar ropa de la talla L comprada en la sección de 7-14 años del H&M y a pirar clase. Sus padres eran muy conservadores y retrógados, y ante la actitud de su hijo, lo mandaron a vivir con su tía, la cual solo paraba en casa para dormir esporádicamente y coger dinero para comprar condones. Sus padres no sabían ésto de su tía, es más, pensaban que era una persona de fiar y muy religiosa, pues siempre iba a la iglesia, aunque en realidad ella iba a follar con el cura, de 70 años, el cual le pagaba una gran suma de dinero. Ante este panorama de libertad total, el Rapper hacía lo que le venía en gana.
Un día, a Chungo Juan y sus nuevos amigos les llegaron noticias de que una banda de la zona había amenazado y atracado al Rapper. Al día siguiente, Chungo Juan y los demás iban a ir a pegarse con ellos.
- Juan, tío, ¿que haces mañana? -dije yo, con intención de quedar, como muchos viernes.
- Lo siento, tío, voy a ir con la peña a pegar a unos.
- Jajajajajaja, aiiiii, Juan, tu siempre bromeando.
- Es verdad, vamos a ir al descampado ese donde todo el mundo siempre se pelea, y les haremos saber quien manda en Oviedo City.
- Juan, esos niños son una mala influencia para ti. Yo que tu no saldría con ellos.
- No puedo, compréndelo...
- ¿Te están chantajeando o algo?
- No, es por otra cosa...
- Ah, entiendo...
Los dos sabíamos a quien se refería, no hacía falta hablar de ello.
- Bueno, Juan -dije un tanto taciturno-, si crees que así es mejor, yo te apollaré, pero no te metas en muchos líos.
Al día siguiente, sobre las 9 de la noche, él y sus nuevos amigos fueron al descampado.
- Chungo Juan -dijo el Jefe-, toma ésto.
Le entregó un bate de béisbol, en el cual aún podían verse la sangre seca de algún pobre desgraciado que se puso en su camino.
- Y acuérdate -saltó el Rapper-; en los huevos o en la cabeza.
Chungo Juan no podía evitar sentir una mezcla de miedo, nervios y emoción. El resto de sus amigos también portaban diferentes objetos, como palancas, tablas de madera con clavos, puños americanos... etc. Al cabo de unos 15 minutos de angustia, se oyeron unas voces. Alrededor de 10 personas aparecieron al otro lado del descampado. Sendos gritos de guerra... y a pelear.
Aquella pelea, cubierta por sangre, gritos y la tenue luz del atardecer, se alargó una media hora, media hora de dolor, euforia y libertad. Entonces, el último de los enemigos acabó en el suelo, escupiendo sangre sobre el suelo de tierra, marcando el final de la pelea, así como su derrota. Chungo Juan y sus amigos fueron a celebrarlo a algún antro de mala muerte, después de ducharse y cambiarse de ropa. Allí bebieron hasta las tantas, y después, Chungo Juan regresó a una casa donde antaño había convivido con su familia. Una infancia llena de alegrías y penas, que quizás estaba perdiendo.
Los padres de Juan se habían ido, pero volverían en unos días. ¿Se iría Juan... para nunca volver?
Quién sabe...
Capítulo III - Un as en la manga, 1ª parte
Quizá el nombre real del Viejas no fuese el Viejas, y quizá no fuese ni el más fuerte, ni el más rápido ni el más jarto del grupo, pero si había algo que no se podía dudar era que el Viejas era un tío inteligente y muy bien negociador.
Su padre era un hombre avaro y muy pobre. Todo el dinero que poseía lo guardaba "por si las vacas flacas" y gastaba lo justo para subsistir, sin saber que ya habían venido las vacas flacas. Todos en aquella familia pasaban mucha hambre. Su casa era claustrofóbicamente pequeña, y todo el dinero que entraba en ella, seguramente no saldría. Lo mínimo para comer y pagar el alquiler. La familia se conformaba por un padre, una madre y tres hijos, de los cuales el Viejas era el mediano. En cuanto cumplió 18 años, el hermano mayor del Viejas se fue a vivir con su novia al centro. Al menos comería. El hermano pequeño del Viejas tendría unos 9 años. Un chico listo donde los haya, muy flaco, como todos los de la familia, y tenía un gran corazón. Y en medio de ellos, el Viejas. Nunca fue un chico especial. Sus notas mediocres llegaban a casa tras cada examen, después él salía a jugar con sus amigos y volvía a casa a cenar su escúalida sopa, o lo que hubiese para cenar. El Viejas era un chico de barrio normal como cualquier otro, compaginando su vida entre la casa, el colegio y las calles, con pequeños problemas cotidianos, como ponerse a la sombra cuando hubiese mucho calor, atecharse cuando lloviese, cambiar cromos y alguna que otra chica. Pero el Viejas era conocido en el barrio. A pesar de ser muy jóven, era el mejor jugando a cualquier tipo de juego, pero no como el fútbol o el baloncesto, sino como el póquer, el mus e incluso el parchís. A su vez también era el mejor negociador del barrio. Tenía un don especial para tratar con la gente, y al final siempre se salía con la suya. Al enterarse de su don, los chicos de la banda de Chungo Juan, antes de incorporarse éste, lo "reclutaron". Sus dotes de tahúr y negociador serían importantes para el grupo. Desde entonces fue la voz del grupo, quien hablaba y jugaba, y siempre ganaba, incluso a la galleta.
El sábado, al día siguiente de la pelea, el grupo decidió ir a hablar con una banda cercana, con intención de aliarse. En pocos meses, en semanas quizá, habría una gran pelea, y era conveniente escoger a tus aliados y enemigos pronto. A las 12:00, Chungo Juan y su banda se dirigieron a unos apartamentos, a las afueras de la ciudad. Habría sido hermosa la vista de sus blancas paredes, sus habitaciones con balcones y su ampio aparcamiento, si no fuese porque hacía tiempo que Gabino se había olvidado de cuidar este sitio. Ahora era un sitio de sexo, drogas y carreras ilegales, donde una poderosa mafia de los suburbios prácticamente vivía.
- Bueno, bueno -dijo un hombre de unos 20 años, gordo, con mucho oro y gafas de sol-, ¿qué tenemos aquí?
Chungo Juan y los demás habían subido por las escaleras, repletas de botellas vacías y condones hasta una habitación vigilada por dos matones.
- He oído que ayer les disteis una paliza a aquellos niños pijos -volvió a hablar el hombre, cuyo nombre se había perdido como muchos otros, y ahora era llamado "el Gordo".
El Gordo siguió los pasos de su padre en la prostitución, drogas y sexo, y míralo donde estaba ahora.
- Sí, fue fácil -dijo el Jefe, el jefe de la banda de Chungo Juan.
- Verás, Gordo, ¿estás enterado de la pelea que habrá de aquí a unas semanas no? -terció el Viejas.
- Me lo han comentado.
- Queríamos unirnos a vosotros. De ésta forma...
Pero una carcajada mas ruidosa que la calculadora cuando se cae cortó al Viejas como un cuchillo la mantequilla.
- ¿Queréis uniros a mi? -dijo el Gordo entre risas-. ¿Creéis que es tán fácil?
- Bueno, nosotros tenemos contactos también, gente que peleará a nuestro lado. Es mejor que nos aliemos, y así seguro que ganaremos.
- Créeme, niñato, cuando esa pelea llegue, da igual quien luche contra quien. Mis hombres y yo ganaremos seguro.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro de eso, Gordo?
- Vamos por favor, mi banda es prácticamente la mas poderosa de la ciudad.
- Nosotros derrotamos a ayer a otra banda. Esa banda que no os caía tan bien... No quiero decir que estés en deuda con nosotros pero...
La risa del Gordo se desvaneció. El Gordo era un hombre a quien lo le gusta deber nada a nadie.
- Eres un chico fino, Viejas. Tal vez pueda haceros un hueco, pero ganar a una banda no os hará ganar mi confianza.
- ¿Y bien?
- Cuando ganemos la pelea, no quiero nada más. Sólo una alianza provisional. Y como se os ocurra traicionarme, os juro que os mato.
- Jamás traicionaríamos a la banda más poderosa de Oviedo.
- Bien, chico, y ahora, jueguemos a algo.
El Viejas era el hombre ideal para éste trabajo. Si jugaba limpiamente y dejaba ganar al Gordo, quizá se ganase su confianza.
Continuará
Capítulo IV - Un as en la manga, 2ª parte
En una mesa redonda, sobre un tapete verde, el Viejas, el Gordo, Mauro, quien pertenecía a la banda de Chungo Juan, y otro subordinado del Gordo, se pusieron a jugar al póquer. Se repartieron las cartas y apostaban unas fichas que el Gordo tenía por ahí. El Viejas hizo una mueca al ver las cartas tan malas que le habían tocado, pero hizo la mueca para que el Gordo supiese que tenía ésas cartas. Planeaba dejar ganar al Gordo. Pero justo cuando empezó la partida, alguien llamó a Chungo Juan al móvil. Chungo Juan salió afuera, al balcón a hablar. Le había llamado yo.
- Eh Juan, ¿donde andas? Se oye mucho ruido.
- Emmm... no nada, estoy aquí con unos amigos.
- Um... vale -dije yo, confirmando mis sospechas-, ¿vienes al Parque Prin hoy?
- Esto... no puedo tío, ya quedé.
Me callé. No sabía como decirle esto.
- ¿Estás ahí? -me preguntó.
- Juan, he leído el periódico, lo de la pelea de anoche.
- ...
- Pensé que no irías, tío.
- Bueno, pues fui, pero no hice nada, eh...
- Juan, no me mientas, si no hubieses hecho nada, no estarías hoy con los chungos.
- Bueno vale, pegué a dos o tres solo, y muy suave.
- Juan, todos los que fueron a la pelea están en el hospital. Os busca la policía.
- ...
- Te dije que no te metieses en líos, Juan, y menos por tu-ya-sabes-quién.
- Pero tío, yo me siento namorao, en serio...
- Pero haciendo ésto no vas a conseguir que a ella le gustes.
- Sólo se que he de segir intentándolo.
- Juan, no le gustas, hazte a la idea, nunca querrá nada contigo...
- No tío, si soy optimista al final conseguiré algo.
- Igual sí, tío, pero siendo tan chungo como estás siendo no vas a conseguir nada.
- ...
- Juan... deja de fingir ser algo que no eres.
- ...
- ¿Estás ahí?
- Tío, tengo que dejarte. Ya hablaremos.
- ¡No Juan, dime qué coño estás haciendo!
- Estamos hablando con unos.
- ¿Les estáis pegando?
- No, no, sólo hablamos... el Viejas está jugando contra el Gordo...
- No les conozco Juan, pero eso no importa tío. ¡Te estás metiendo en líos! ¡Juan, a Laura no le gustan ese tipo de personas! ¡Déjalo!
- No tío, seguiré intentándolo.
- ¡Pero lo estás haciendo mal! ¡Esto no es bueno! ¡Esto no le gusta a Laura!
- ...
- Juan, te lo digo porque te quiero, tío... no te metas en ese mundo. Sal ahora que puedes.
- No tío, así conseguiré algo.
- No lo harás, Juan.
- ¡Sí lo haré!
- ¡¡JUAN, ES POR TU BIEN!! ¡La policía, tío! ¡Pueden meterte en un correccional! ¡¡DEJA DE INTENTAR COSAS QUE NO FUNCIONARÁN!!
¡Olvídalo!
- ¡¡NO, TÍO!! ¡¡Soy demasiado optimista!!
- No tío, eres demasiado chungo.
Y colgué. Chungo Juan se quedó con una mezcla de ira y pena en su interior. Quizá yo llevase razón... quizá Chungo Juan había ido demasiado lejos, pero no tuvo mucho tiempo de pensar en esto, pues la partida de póquer había llegado a su cenit.
A mitad de partida, cuando el Viejas había apostado sabiendo que iba a perder, el Gordo le dijo que si le ganaba, no sabía como. Tendría su confianza. El Viejas estaba jodido. Ahora no podía ganar, y no debía hacer trampas. Estaba en un aprieto. La tensión aumentaba con cada apuesta, y aunque el Viejas no tenía nada, los demás lo miraban como si detrás de los descoloridos motivos florales de aquellas ajadas cartas se escondiese tal vez una escalera o unos ases... pero el Viejas estaba con el agua al cuello.
Capítulo V - Un as en la manga, 3ª y última parte
En medio de la partida, Chungo Juan y el Rapper hablaron un poco.
- ¿Quién te llamaba? -le dijo el Rapper.
- Nadie, un amigo.
- Y... ¿sigue siendo tu amigo?
- ¿Qué me he perdido? -dijo Chungo Juan cambiando de tema tajantemente.
- El Viejas parece que va ganando.
El Viejas tenía un as falso en su manga. Si conseguía cambiar ese as por aquella carta que le estorbaba, probablemente podría ganar. El problema era cómo hacerlo. Había mucha gente mirando, no podría esperar a que el Gordo mirase a otra parte. Muchos ojos se clavaban sobre el Viejas como agujas, y él ya no sabía que hacer. Entonces se le ocurrió, y entre la multitud tramó su plan. Si el plan salía bien, el Viejas tenía alrededor de un segundo para cambiar la carta. En medio del mas profundo silencio, el móvil de Mauro sonó, y Mauro dió un brinco. En ese momento todos los presentes miraron hacia él y rieron, mientras con la sutileza de un cirujano, el Viejas cambió la carta en un abrir y cerrar de ojos. Un plan simple, pero eficaz.
- Mierda... los de Telefónica -dijo Mauro mirando el móvil-. Bueno, sigamos.
Entonces el Gordo lo apostó todo y mostró un full. Una sonrisa cruzó la cara del Viejas, mientras mostraba sus ases. Había ganado no sólo el juego, sino también la confianza del Gordo y sus hombres. Cuando todos se levantaron, el Viejo recogió las cartas y cambió a escondidas la carta que había cambiado previamente, dejando la baraja como siempre.
- Bien, Viejas -dijo el Gordo-, tú y tus chicos merecéis la pena. Encantado de aliarme con vosotros.
- Gracias, Gordo. Ahora nos vamos. Hasta otra.
Y así Chungo Juan y los demás se fueron de allí, y a una distancia prudente, uno de la banda preguntó.
- ¿Qué hiciste?
- Nada, sólo ganar -dijo el Viejas.
- Vamos, Viejas, no soy tonto, he visto tus cartas. Luego han cambiado. Y la llamada a Mauro. Un poco sospechosa, ¿no?
- Está bien, lo admito. Esto sucedió. En la partida yo pensé que el Gordo quería ganar, pero luego dijo que si ganaba, tendría su confianza. Yo estaba a punto de perder, pero tenía un as en la manga, solo que no sabía cómo meterlo en la mano. Entonces le "dije" a Juan que llamase a Mauro para distraer al personal, y funcionó. Mauro fingió austarse y fingió también que eran los de Telefónica. Un truco un tanto simple e improvisado, pero eficaz.
El Viejas sí que era un as, pero con sus trucos nunca podría ayudar a Chungo Juan. Se había enfadado con sus amigos, era buscado por la policía... y, ¿por qué?
Por un tren que se había ido, por nada
Capítulo VI - Mauro y su cuerno
Mauro había nacido en Argelia, pero él y su familia se vieron forzados a venir a España, cuando sólo tenía 6 años. Sus padres pagaban el alquiler a duras penas, por eso estaban trabajando de sol a sol y nunca paraban por casa. Mauro se pasaba el día fuera, donde robaba. Si estás muriéndote de hambre, no está mal robar una barra de pan, sólo que al capitalismo le importan más sus 50 céntimos que una vida humana. La vida es cruel. Cierta vez, Mauro se llevó la culpa mientras los de la banda a la que ahora pertencecía Chungo Juan robababan, y así se ganó un hueco en ella. Quizá sea un estereotipo, el negro ladrón... pero así era Mauro, un negro ladrón.
Después de la partida del póquer del Viejas, el Jefe le ofreció a Chungo Juan irse con Mauro a aprender "el oficio".
No hacía muy buen tiempo ese día, pero el mercado estaba en Oviedo, por eso de la Ascensión. La plaza de la catedral se llenó de puestos, gente y ganado, lo cual lo hacía un sitio estupendo para conseguir algunos útiles que les hacían falta. -¿Te gusta algo? -dijo Mauro oteando los puestos. -Nada en especial. Siguieron mirando, como quien no quiere la cosa, hasta llegar a un puesto, donde vendían cuernos. -Mira que ruido mete esa cosa -empezó Mauro-. Sería genial para la batalla. -Para invocar a Thor -dijo Chungo Juan. -Me encanta; lo quiero. -¿Piensas...? -Sí, así que vas a tener que distraer al vendedor. -¿Cómo? -Joder, no sé, pregúntales alguna chorrada. Chungo Juan se apartó un poco de Mauro mientras pensaba, y preguntó al artesano. -Oiga, si compro ocho cuernos, ¿me regalas uno? -¿Para que quieres ocho cuernos? -dijo el vendedor extrañado. -Uno para cada día de la semana y otro para los días de fiesta. -Si me compras ocho y te doy uno más, tendrás nueve, y ¿para que quieres el noveno? -Pues para vaciarlo y beber cerveza, como Obélix. El vendedor se quedó pensando. -¡Es una idea fantástica! Usaré un cuerno para beber. -Es una gran idea. -¡¡Mierda!! ¡¡Ese tío me está robando!! Chungo Juan giró la cabeza y vió a Mauro con tres o cuatro cuernos. Inmediatamente, Chungo Juan y él echaron a correr mientras la supuesta mujer del artesano corría tras ellos y gritaba: ¡Ladrones! ¡Policía! -No debiste correr -le dijo Mauro entre jadeos, mientras sorteaba compradores, puestos y ganado. -No había pensado en eso. Casi sin darse cuenta, a pocos metros tenían a varios artesanos y a dos policías. -Corre, corre, CORRE. Ágiles como cosas que son muy ágiles, Mauro y Chungo Juan se escabullían entre la gente, pero les seguían muy de cerca. Se metieron entre las callejuelas del casco antiguo, donde sería fácil perderlos de vista, pero aún así, los siguieron. Mauro tiró dos de los tres cuernos con el fin de retrasarlos, pero los policías seguían corriendo tras ellos. Mauro y Chungo Juan subieron a un balcón, y tras una frenética persecución, los policías les perdieron la pista. -Bueno... -dijo Mauro jadeando-. Tenemos el cuerno... -¿Era... necesario... todo esto... por un cuerno? Ahí hablaba el antiguo Juan, el querido antiguo Juan. -Da igual, tenemos el cuerno. Si quieres devolverlo, ve a devolverlo -y le tendió el cuerno a Chungo Juan. Chungo Juan no lo aceptó. Ahí actuó Chungo Juan, el chungo.
Volvieron a la guarida con su botín. Ese cuerno representaba un pequeño paso, un pequeño paso que hundía a Chungo Juan cada vez más y más en un mundo del que hasta hacía poco sólo había oído hablar. Cada vez lo perdíamos más... los cambios se suceden en un segundo, cualquier cosa, incluso en un proceso, siempre hay un momento en el que no puedes volver atrás, como la muerte. Ahí se produce el cambio, en un momento. En un momento te aprendes completamente la lección de matemáticas, en un momento la olvidas, en un momento el agua se hace hielo definitivamente, en un momento la sangre se queda completamente seca.
Aún hay tiempo, pero ese momento se acerca cada vez más y más, a cada segundo que pasa... y temo que no podamos detener el proceso.
¡¡Juan, vuelve!!
Capítulo VII - La sentencia
Toda la gente que oía hablar de él pensaba que era mejicano. Luego les partía la boca un español rubio. Hacía unos años, un mejicano llamó "pinche" a David, y David le partió la cara... literalmente. Los amigos de David, entre ellos el Viejas y algunos más, le empezaron a llamar pinche en plan de coña, pero se le quedó, y ahora es el Pinche. El Pinche está mazao, desde que de pequeño fue al gimnasio con su padre, se enganchó a las pesas y esas cosas que te ponen duro como la polla biónica de Chungo Juan al ver a Laura. Pasó a ser entonces el tío duro de la banda. Tenía una pegada fuerte como la voz del Fer, y era tan tonto... como el Fer. Su pelo era rubio albino como el chocolate blanco y sus ojos azules tipo el rotulador azul que siempre viene en las cajas de rotuladores, entre el verde claro y el azul oscuro o añil. Habría sido un chaval de ésos en los que piensan las tías cuando se masturban... si no fuese porque era feo como un culo, y no un culo de modelo, un culo de gay fofo que lleva pantalones de cuero apretado con las nalgas al aire. El caso era que el Pinche podía partirte en dos como el que parte una ramita, y podía partir una ramita como quien parte una patata frita. El Pinche no era un tío con el que meterse, si querías conservar tu consciencia.
Cierta vez, después de robar el cuerno, Chungo Juan, el Viejas y el Pinche andaban tranquilamente por el parque. Hacía muy buen día, y el Viejas pensaba en jarrimarse a alguna tía. -Eh, Pinche -como era gran amigo del Pinche, el Viejas podía decírselo con acento mejicano, lo cual nos provoca una gran hilaridad-, ¿ves a esos tíos de ahí? El Pinche miró hacia unos niños de unos 12 años que jugaban alegremente a Duel Masters. -Si, ¿que pasa? -dijo el Pinche. -Podemos retarlos. Nunca pensarán que puedo ganarles, y puedo ganarme unos euros. ¿No ves que son niños ricos? -Pero son niños, hombre -dijo Juan-. ¿Cómo vas a apostar con ellos? -Qué mas dará. Sus padres pueden darles más dinero. -Está bien -dijo Chungo Juan.
Los tres se acercaron a los niños y miraron un rato cómo jugaban. -Oye niño -dijo el Viejas-, ¿cómo se juega a ésto? Parece divertido. El chaval le explicó que había que destruir unos escudos del oponente y luego atacarle a él, y entonces perdía. -Parece fácil. ¿Me dejáis echar una partidita? Los niños aceptaron y el Viejas se sentó frente a un niño gordo y rojo como un tomate. -Lo que tienes que hacer es poner aquí una carta, y el número ese que tiene ahí al revés es para sacar monstruos al campo de batalla. Después de jugar un rato, el Viejas le pilló el truco, pero se dejó ganar. -Oh... perdí... -dijo imitando consternación. El Viejas era un buen actor-. Pero mola mucho el juego, ¿podemos echar la última? -Claro -dijo el niño gordo. -Pero, ¿por qué no lo hacemos un poco más interesante? -¿Cómo? -¿Apostamos algo? -Eh... tengo 5 euros. -Bien, yo apuesto... ¡esta chaqueta! Y cogió la chaqueta de Chungo Juan. -¡Eh tío, esta chaqueta me costó mucho más que 5 euros! El Viejas hizo caso omiso y jugó la partida. Ganó, claro está, y con el dinero, los tres amigos se compraron un helado.
Cuando acabaron el helado, se encontraron con unos tíos con muy mala pinta. Eran sus enemigos. -Eh tíos, éste es nuestro territorio -dijo uno de ellos. -Sólo vamos para casa -dijo el Viejas. -¿Tenéis cinco euros para el autobús? -No, hermano, los gastamos en helados. -Oh... ¿no tenéis un poco para comprarnos helados a nosotros? -No tio. El chaval sacó una navaja. -Oh, tío, no creo que quiera hacer eso -dijo el Viejas. Una hostia rápida como un fin de semana atravesó el aire, dándole en toda la cara al otro tío. Emepzaron a pegarse. Eran tres contra seis o siete, pero no importaba, tres para el Pinche, dos para Chungo Juan y uno para el Viejas. La pelea se alargó 5 minutos, hasta que el suelo fue cubierto de sangre de los otros chavales, derramada por las hostias como panes del Pinche. -Ya está. Vámonos a casa. Pero cuando se iban, el que había pedido dinero se levantó a duras penas y sentenció: -El Gordo y sus chicos saben que habéis hecho trampas en la partida del otro día. Todo el barrio lo sabe. Al Viejas se le heló la sangre y le ardió la boca de estómago. -Deberíais retiraros de la pelea. El Gordo os va a traicionar, y acabaréis muy muy mal... todos contra vosotros... -No le hagas caso -dijo Chungo Juan-, sólo quiere que desconfiemos del Gordo y que nos retiremos. Es un farol. No le hagas caso. El Viejas escupió a los pies del chaval y se fueron los tres.
Caminaron hasta la guarida, pero a medida que avanzaban, el Viejas avanzaba también hacia el temor y las dudas. ¿Quién le habría visto cambiar las cartas? Quizá era sólo una trampa... pero... quizá alguien no miró hacia Mauro cuando él cambiaba la carta...
Las dudas asaltaban al Viejas como nos asaltaban a nosotros.
¿Volverá Juan?
Capítulo VIII - Martes de Campo
-Obvio. -Entonces te vienes con nosotros -decía el Viejas. -Sí. Me enfadé con ellos, ¿recuerdas? -Está bien. Acuérdate; mañana a las 10.30 donde la Inmaculada para subir al Puri. Ya lleva todo el Pastel.
El Pastel sonará ridículo, pero así lo conocían. Un tío que no era muy alto, de pelo negro alquitrán de la grasa, que bebía y fumaba todo lo que se le ponía por delante. A parte de su aficción por los petas y el mocho, le encantaban los pasteles. No como a cualquier otro tío; éste era capaz de comer una tarta de bodas él solo, aunque vomitase después, no le importaba. El Pastel trajo bebida como para un Alimerka y porros como para toda Jamaica. Nadie sabía muy bien de dónde salían, pero ¿quién iba a preguntar? Tenían lo que querían...
El Jefe y el Viejas decidieron bajo qué árbol comer el bollo, fumar y beber. Uno más alejado fue el propicio, aunque habría que cargar con las botellas más lejos. Y mientras nosotros comíamos pipas debajo del árbol y hacíamos "otras cosas", ellos ya estaban bebiendo como si les fuese la vida en ello. Juan fue más moderado, pero quien sí que no se cortó un pelo fue el Pastel éste. No eran ni las 12 y ya llevaba 3 porros y varias botellas de sidra, amén de otras muchas cosas. Por las tres cosas por las que era conocido el Pastel aparte de ser un chungo de la hostia eran, 1º, que le encanta el pastel, 2º que bebe y fuma pero exagerado, 3º, que tiene un aguante que no veas. El tío estaba lúcido como cuando había llegado, aunque apestase a porro y alcohol. Ya empezó a decaer hacia las siete o por ahí, cuando nosotros nos estábamos yendo, después de que Juan viniese a visitarnos, aunque no nos habló mucho a nosotros.
A las ocho y media, el Pastel llevaba fumados tranquilamente diez petas y bebidas otras 10 botellas de cualquier cosa, y antes de que le diese un amarillo, como no, típico de él, se metió en una pelea. Otros chungos menos chungos, claro, andaban por ahí. Ellos empezaron, burlándose del Pastel por comerse eso, un pastel. -¿¡Qué, hijos de puta, no puedo comerme un pasteeeeeel!? Por suerte todos estaban borrachos y/o fumados así que al día siguiente tan amigos, pero las hostias que hubo...
El Pastel empujó a un chaval, él se lo devolvió. El Pastel acabó la botella y la rompió contra un árbol. El Rapper se la quitó, pero el Pastel no pareció darse cuenta, y cuando se enteró de que no la poseía, empezó a pegas puñetazos y patadas al aire. Uno de esos puñetazos dio a otro chico, y junto con el primero, cogieron al Pastel por detrás y empezaron a darle. El Pinche y Mauro los "disuadieron". Un tercer chaval golpeó a Mauro por detrás, mientras lo llamaba negrata. Mauro había traído su cuerno, y después de soplarlo, le pegó con él hasta hacerlo sangrar. El ruido y el sonido del cuerno atrajo a la gente. Entre la pelea incluso hubo apuestas, hicieron videos y sacaron fotos. Ésto estaba yendo muy lejos. -Juan, ¡haz algo! -dijo el Jefe. Juan entró a separar a Mauro del segundo chaval, mientras el Jefe detenía al Pastel, quien se había ensañado con un cuarto muchacho. El Pastel se zafó y empezó a pegar patadas al cuarto chico, que yacía en el suelo, batiéndose entre la consciencia y la inconsciencia. Mauro estuvo a punto de liberarse también, pero el Rapper y otros lo detuvieron. -Venga tío, cálmate. Tienes que ayudarnos a parar al Pastel. Juan, Mauro y el Viejas fueron a por Pastel y lo cogieron, y entonces los chavales empezaron a darle. Mauro soltó un brazo del Pastel, con el cual éste dio algunas hostias, y fue a detenerlos. Entre tanto, gran parte de la gente de Purificación Tomás se arremolinaron alrededor de ellos, mientras delimitaban su campo de batalla con ruido y sangre. Juan debía hacer algo, pero Chungo Juan quería empezar a pegar hostias. Intentó buscar el rostro de Laura entre la muchedumbre, con el fin de, si la encontrba, impresionarla, pero no la encontró. Aún así, Chungo Juan soltó al Pastel, dejando al Viejas como el único que lo agarraba, y se sumó a la pelea. Entonces alguien sacó una navaja, y otro alguien también, como otro alguien. Ésto se estaba poniendo muy negro, y todo por el pastel del Pastel. Entre golpes silbantes y cortes superficiales, los chungos de Chungo Juan se hicieron con botellas rotas, con las cuales estoquearon ávidamente a sus rivales.
Un grito desgarrador paralizó la pelea. El Pastel había clavado un trozo de vaso de sidra varios centímetros en el vientre del primer chico. El silencio y el miedo se apoderó de todos los presentes, excepto del Pastel, quien reía triunfal. Los demás chungos agarraron al Pastel y huyeron, abriéndose paso entre la muchedumbre a base de amenazarlos con cualquier objeto punzante que tuviesen entre manos. Subieron la cuesta y se fueron.
Cogieron el L7 y en el autobús solitario empezaron a discutir a susurros. -Ésto ha ido demasiado lejos, tío -dijo el Viejas. -Siempre que bebes acabas peleándote con alguien -siguió el Rapper. -Y mira lo que ha pasado hoy -finalizó Mauro. -Bueno, el empezó, yo me defendí. -Da igual quien empezase -empezó a hablar el Jefe-, lo único que importa es que casi matas a ese chico. El Jefe se masajeó las sienes, pensativo, mientras los demas estaban expectantes a lo que diría. -Verás, Pablo -dijo el Jefe, ya no llamándolo por su mote-, nos traes bebida y muchas otras cosas... pero te has pasado. Ésto es una democracia, así que, votos a favor de echar a Pablo del grupo. -¿¡Qué!? ¡¡No puedes echarme!! ¡¡Él empezó!! Al principio sólo el Jefe levantó la mano. El Rapper lo siguó, y después Mauro y el Viejas. Juan levantó la mano, junto con el Pinche. Todos levantaron la mano excepto un chico de pelo castaño que vestía una camiseta del Real Oviedo, Rubén. -Es cierto que el Pastel casi mata al chico ese, pero tiene muy buena pegada, lo necesitamos -dijo él. -Hemos votado -dijo el Jefe. -¿Os acordáis aquel partido del Oviedo, con el Titánico de Laviana, que nos ganaron y después los otros se chulearon ahí delante de nosotros? Rubén clavó sus ojos castaños en los verdes del Jefe. -El Pastel te salvó la vida. Él recibió el navajazo por tí. Recuérdalo. -Es cierto, pero muchas otras veces nos hemos metido en problemas por su culpa. Es mejor así. Todos quedaron en silencio, buscando cada uno la respuesta a qué hacer ahora en la mirada de los demás. La atmósfera era tan tensa, y perdonadme por el cliché, que se podría haber cortado con un cuchillo. O con un vaso de sidra roto. -Pablo, vives por aquí, mejor vete a casa. El autobús paró y Pablo se levantó. Miró por última vez a quiénes habían sido sus amigos y salió al frío calor de la calle, saliendo de un autobús por una puerta por la que no podría volver a entrar.
Chungo Juan también tendría que bajarse del autobús, antes de que lo dejase en la parada equivocada... o se estrellase, y la parada en la que debería bajarse o seguir para siempre estaba casi en la siguiente calle.
Capítulo IX - El partido
-¡No es justo! La voz de Rubén apenas se oía con los gritos de la afición. Ese día jugaban el Oviedo contra el Sporting. En la ucronía en la que se sucede la historia, por sorteo, el Oviedo y el Sporting debían disputarse la Copa del Rey (según mis fuentes). El Carlos Tartiere había desaparecido bajo una masa azul y rojiblanca, bajo gritos, cánticos, pancartas y carteles. Sóo había un rectángulo verde en el centro, y sería donde se jugaría todo. -Casi mata a aquel chaval... -¡Sí, pero salvó una vez la vida del Jefe!
Rubén era de los más oviedistas de Oviedo, un hooligan, como los ingleses. Siempre llevaba una camiseta del Oviedo, Symmachiarii o simplemente azul. Su cuarto estaba repleto de pósteres, bufandas y multitud de cosas del Oviedo. No se perdía ni un partido, y menos los de su equipo. Más de una vez se había metido en peleas por el fútbol y algunos que lo conocían bien dirían que era capaz de morir o matar por el Real Oviedo.
Se sentaron, pero al segundo Rubén hizo un calvo a los sportinguistas de más allá.
Entre gritos, silbidos y cantos, empezó el partido. La masa rojiblanca clamó cuando el Sporting consiguió, como dirían los eruditos, el esférico, que no es esférico, está compuesto por hexágonos y pentágonos. Los azules se hicieron con la pelota mientras sus seguidores animaban. Se la volvieron a quitar, la recuperaron, pero se la volvieron a quitar. Tiraron a puerta. Casi entra, pero el portero lo paró. La afición azul gritó de alegría, por poco meten. Entre tanto, Rubén estaba dividiéndose en atender al partido y joder a los sportinguistas. -Rubén, córtate un poco, hombre -dijo Juan. -¡¡HALA OVIEDOOO!! Pequeños puntos azules corrían entre puntitos rojiblancos, todos con un mismo fin, ganar. De pronto, medio estadio se puso en pie, gritando de felicidad. El Oviedo marcó un gol. Los insultos de Rubén hacia la otra parte del estadio parecieron oírse más alto y hacer más daño. El Sporting se hizo con el balón, pero uno de esos puntitos azules le quitó el esférico... inmediatamente un punto rojo se lo arrebató. -¡VAMOS! ¡¡VAMOS!! -gritaba Rubén, a quien se le había puesto la vena del cuello como a la de la Patiño. De nuevo el Oviedo iba a marcar otro gol, pero no fue así. Rubén chilló aún más fuerte. Juan estaba impresionado, aquel Rubén podía gritar siempre un poco más alto, por muy alto que gritase ya. El Sporting avanzó rápidamente al campo contrario. Casi sin verlo, se pasaron el balón entre ellos y metieron un gol. Iban empatados. Los gritos de Rubén se apagaron un poco bajo los de la marea rojiblanca. Ahora a quienes él hacía burla, se burlaban de él. Casi sin darse cuenta, habían pasado 45 minutos. El descanso, que se llenó de gritos y alguna que otra pelea, pero todo volvió a la "calma" cuando empezó la segunda parte. 1-1, por ahora. -¡¡HIJOS DE PUTA!! ¡¡PUXA OVIEDO!! -gritaba aún Rubén, mientras algunos oviedistas lo agarraban. El resto del partido estuvo salpicado además de gritos y silbidos, de emoción, tensión y angustia. Era el minuto 43 de la segunda parte, el partido iba a acabar. El Oviedo iba a marcar el gol decisivo. Un puntito se acercaba hacia la porteria y... No marcó. ¿Quedaría en un empate? ¡No! El Sporting se hizo con el balón y se dirigían a la velocidad de la mierda tomando Bífidus. El puntito rojiblanco tiró a puerta.
Un segundo que se hizo eterno. La lentitud burocrática del balon era como un cuchillo que se clavaba en todos los presentes. Ese segundo les duró una vida. El portero saltó para parar el balón. Minuto 44. Una tensión indescriptible. Hasta Rubén se había callado. Y de pronto sucedió.
El Sporting metió gol, ganó al Oviedo y la Copa del Rey.
Pero ahí no quedó la cosa. Unos asientos más allá empezaron a arder. La gente cogía lo que podía para pegar a los contrarios. Los oviedistas estaban furiosos. Los sportingistas se jactaban de ellos, y ellos clamaban venganza. -Vámonos, Rubén. -¡¡NO!! ¡¡JAMÁS!! Juan arrastró a Rubén, y Rubén acabó por ceder.
Afuera los sportingistas celebraban su victoria frente a los oviedistas, como el niño que se come un enorme caramelo frente a los demás, mientras babean.
-¿Rubén? ¿Rubén? -Juan había perdido a Rubén, y sabía que se metería en problemas. -¡¡PUTA SPORTING!! -dijo la voz de Rubén desde lo lejos.
Rubén estaba encima de un coche de un sportingista, mientras algunos pintaban grafitis azules que rezaban "Hala Oviedo". Y lo peor de todo es que Rubén agitaba una bandera del Sporting en llamas. Ésto hizo enloquecer a muchos ultras del sporting, inculido el dueño del coche. Varios cócteles molotov surcaron el cielo vespertino, impactando sobre coches haciéndolos arder. Mucha gente huyó, pero otra mucha se unió a la pelea que se producía. Rubén tiró la bandera a unos cuantos chavales que intentaban detenerlos, y se tiró sobre uno, reduciéndolo. Luego se puso a pegar puñetazos a todo aquel que no fuese de azul. -¡Rubén, para ya! -gritaba Juan corriendo hacia él, pero Rubén se sentía indignado. Habrían podido empatar... Juan se tiró sobre él y le dijo que debían marcharse. Rubén se negó, se lo quitó de encima y siguió dando hostias, entre el ruido y el caos. Incluso se oyeron disparos. -Rubén, te estás comportando como el Pastel, ¿quieres que te echen a ti también? -¡¡Cállate!! Juan no vio otra salida. Corrió hacia un coche, rompió la ventanilla y abrió el coche. Dentro de éste, mientras la gente corría alrededor, Juan abrió una válvula de su traje y liberó un poco de gas. Ese gas se metió por el contacto y arrancó el coche. -Vamos, Juan, tu puedes -se dijo a si mismo mientras retornaba su gas. Pisó el acelerador y condujo rápidamente hacia donde estaba Rubén. Hizo un derrape y frenó justo delante de él. Abrió la puerta. -¡Sube! –le espetó. -¡Que no! -¡Que subas, coño! Las cosas se estaban poniendo muy negras, así que Rubén optó por subir. Se marcharon de allí mientras les lanzaban botellas y diversos objetos, mientras se oían las sirenas de policía a lo lejos. -¿¡Estás loco!? ¡¡El Oviedo ha perdido, lo se, y estoy tan furioso como tú, pero eso no es motivo para hacer lo que acabas de hacer!! ¡¡Podrías haber muerto!! -No tío, no sientes lo mismo que yo. Para mi esto es todo. No tengo nada más, es por lo único que me levanto cada mañana, por alentar a mi equipo, desear verlos ganar es mi mayor sueño, verlos perder mi mayor derrota… Lo es todo para mí. Estaban sentados en un callejón, mientras atardecía. -Te entiendo, estoy pasando prácticamente por lo mismo. Tú con el fútbol, yo con ella. Pero cuando me dice que no, no pego a los demás. -Te recuerdo que te enfadaste con no se quién por ser demasiado chungo y pegar a todo el mundo. Podrías haberme ayudado. -No tío, eso era demasiado. -¿Crees que la pelea esa de la que todo el mundo habla no va a ser más aún? Quizá haya armas… muertos… Juan se quedó pensativo. Quizá habría llegado muy lejos. Por Laura. -Juan, ¿estás seguro de que quieres ir a esa pelea? –dijo Rubén. Juan miró al cielo. -Ya no hay vuelta atrás, ¿no? -Aún estás a tiempo.
-Aún estás a tiempo
Capítulo X - El secreto
Poco después de su charla, Juan y Rubén volvían a casa, como los soldados que vuelven de la guerra cuando todo ha acabado y han perdido. -No es que quiera presionarte, pero... -empezó Rubén. Pero antes de que pudiese acabar la frase, se oyeron gritos, como los de antes, como los del partido. La pelea de los hinchas había ido demasiado lejos, se le había sumado la policía. Ellos habían creado el monstruo, y les perseguía muy de cerca. Se oían disparos, y no eran los de la policía. -Mierda, mierda, mierda -repetía Juan. -¿Crees que vienen a por mí? -Esperemos que no. El ruido aumentaba de volumen, la gente se asomaba con precaución a la ventana, más allá de aquella marea azul y rojiblanca, toda cubierta de sangre, se distinguía el gas lacrimógeno. -¿Pero como puede pasar eso? -dijo Juan, jadeando. -Era de esperar, el Oviedo contra el Sporting... el fútbol nos inculca un odio irracional hacia el otro equipo... y con el paso del tiempo y las victorias del otro... -el ruido de un coche al arder cortó a Rubén un segundo-... pasa lo que pasa. Una botella rota calló a los pies de Juan y Rubén. La marea estaba frente a ellos, y detrás también. -¡Por ahí! -exclamó Juan, señalando un callejón, que habían dejado atrás. -¡Tenemos que llegar antes de que lleguen los hinchas! Y como en una peli de Indiana Jones o en un videojuego de plataformas, corrieron para materse en el hueco antes de que el canto rodado los aplastase. Ya estaban casi en la entrada del callejón cuando una navaja salió volando por los aires y rozó el brazo de Juan. Corrieron por el callejón mientras oían el volumen de la pelea disminuir. Ya estaban a salvo, o eso parecía. -¡Juan! ¿Estás bien? A Chungo Juan se le escapaba el gas por el corte en la bolsa, y no podía hacer nada por evitarlo. -¡¡JUAN!! ¿¡QUE ES ESO!? Juan contó la historia de cómo llego a ser Chungo Juan. -... y entonces mi padre me metió en este "traje". Se levantó la camiseta y entonces Rubén vio aquella placa metálica que suplía su pecho, con los dos tornillitos que hacían de los siempre erectos pezones de Juan, la bolsa de plástico llena de gas y todas las juntas que unían ésta con el brazo biomecánico. Rubén estaba sin palabras. -Dios... no me lo puedo creer. -No te asustes, por favor, y no se lo cuentes a los demás. -No te preocupes, solo estoy impresionado... nunca había visto ésto... y no te preocupes, no le contaré nada a los demás. -Gracias. Y así fue como Rubén descubrió el secreto de Juan.
Al día siguiente, en la portada de todos los periódicos aparecieron las fotos de la reyerta de anoche.
Pablo "el Pastel" estaba comprando uno de ésos periódicos.
-¿Y tu provocaste ésta pelea?
-Sí, y tengo miedo de que me echen, como a tí -dijo Rubén.
Pablo y Rubén estaban sentados en una cafetería, hablando y tomando algo.
-¿Qué piensas hacer ahora, Pablo? Mucha gente te quiere dar, y estás solo.
-Pues si te digo la verdad, ahora estoy muy deprimido... la verdad es que no se que hacer.
-Te contaré algo -empezó Rubén, en voz bajita-. Hace algún tiempo, el Pinche me comentó que un chaval le dijo al Viejas que el Gordo sospechaba que hizo trampas.
-Probablemente el Gordo traicione al Jefe y los demás, entonces perderán fijo. Y tú estás con el Jefe.
-Pero tengo un plan -dijo Rubén con una sonrisa maliciosa.
Rubén bajó aún más la voz.
-Juan... está hecho de gas.
-¿De gas?
-Sí, de gas -y Rubén contó la historia.
-Así que Juan tiene un traje metálico que contiene su gas, y los demás no lo saben... Es extraño, pero... ¿y qué?
-Pues que le pienso hacer chantaje.
-¿Cómo?
-Verás, mañana iremos a ver al Gordo. Confirmaremos sus sospechas, y así traicionará al Jefe y a los demás.
-Eso te incluye a Juan y a tí.
-Dios sabe que el Gordo puede ser de todo menos desagradecido. Al saber que tiene unos mentirosos en su grupo, nos hará el favor de no revelarlo, me explico, el Jefe y los demás no sabrán nada hasta que estén en la pelea, entonces el Gordo y sus hombres los traicionarán. Se quedarán solos. Entonces sólo tendrán a Juan. Pero nosotros sabemos su secreto. Amenazaremos con contarlo si no se une a nosotros.
-Creo que te sigo.
-Entonces, cuando Juan esté de nuestro lado, para vencer, o simplemente no acabar apaleado, el Jefe y los demás se nos unirán, sin saber que nosotros les hemos delatado.
-Eso nos deja como estábamos antes.
-Sólo que tú vuelves a estar dentro, y yo me convierto en el líder. Luego, el grupo arrepentido se asociará al Gordo, y entonces ganaremos.
-¿Crees que el Gordo os meterá en su grupo después de haberle traicionado?
-Sí, porque estará liderado por mí, y te recuerdo que vamos a ir a hablar con él mañana.
-Está bien... pero tiene una pega.
-Dime -dijo Rubén, tranquilo.
-¿No crees que el Jefe se enterará de que su nuevo lider les ha traicionado?
-No, estoy seguro de que el Gordo mantendrá el secreto, en agradecimiento, claro.
Pablo acabó su Coca Cola y dijo:
-Pues sí que es agradecido el Gordo...
Capítulo XI - En la guarida del lobo
-Sí, mañana me voy de crucero -dijo Chungo Juan. -Ah, coño, era mañana... -dijo el Viejas. Era un día caluroso y tranquilo, el típico día de verano que no hay mucho que hacer. El Viejas y el Rapper iban a ir a la piscina, pero Juan no podía. Se iba de crucero. -Lo siento. -No pasa nada... esto... ¿volverás a tiempo para la pelea? Sabes que sin tí no tenemos oportunidades. -Tranquilo, volveré a tiempo. Y Juan se marchó a casa, pensando en el futuro.
Entre tanto, Pablo y Rubén volvían a la guarida del Gordo. Pablo y Rubén caminaron hacia los apartamentos abandonados, esta vez acompañados únicamente de sus sombras y malas o buenas noticias, depende de con qué ojos se mirasen. Les dejaron pasar, estaban aliados... de momento. Entraron en la habitación donde el Gordo se había hecho un estudio, saludaron, y se sentaron a hablar. -Vaya, vaya, no os esperaba hoy por aquí -dijo el Gordo con una sonrisa en la cara, a la cual tendría que dar la vuelta en breves-. ¿Pasa algo? ¿Los demás? -Verás, venimos a decirte algo que quizá... quizá no te guste -dijo Pablo. -Bueno, lo primero de todo -terció Rubén-. Nuestro jefe ha echado a Pablo del grupo. -¿Qué ha pasado? -Una pelea el martes de campo -admitió Pablo. -Ya veo... -dijo el Gordo, dubitativo. El silencio reinó un instante, incluso sobre el Gordo. -El Viejas hizo trampas -soltó Rubén. -¡¡Lo sabía!! -La verdad es que no se puede confiar en ellos, y por eso estamos aquí -siguió Rubén. -Bien... he de daros las gracias... sospechaba que eran unos mentirosos en los que no se puede confíar... pero vosotros no, estoy en deuda. -Queríamos que nos hicieses un favor -dijo Pablo. -Está bien, ¿que queréis? -Queremos que no rompas la tregua con los demás. -¿¡Qué!? ¡No puedo confiar en ellos? La partida de cartas era una prueba. Una prueba que no superaron. -Tenemos un plan -dijo ahora Rubén-. Cuando sea la pelea... traicionas los otros. Entonces, ellos se quedan solos en la pelea, y perderían si no fueran porque tienen a Juan. -Espero que podamos confiarte un secreto, Gordo -dijo Pablo. -Juan... está hecho de gas. Después de contar la historia a un incrédulo e impresionado Gordo, cuando la cara de éste volvió paulatinamente a la normalidad, siguieron contado el plan. -Entonces sólo tienen a Juan -continuó Rubén-. Pero nosotros sabemos el secreto de Juan, y amenazaremos con contarlo si no se une a nosotros. -Y seréis tres nada más -dijo el Gordo. -Cuando Juan esté de nuestro lado, ofreceremos al resto de los chavales unirse a nostros, y eso nos dejará como antes, solo que yo seré el líder. -Creo que se por donde vas -dijo el Gordo, presuponiendo que el grupo liderado por Rubén querría asociarse otra vez con él-. Pero, ¿esperas que los deje unirse a mi, a esos tramposos? -Claro, porque finjirás que Rubén es primo tuyo o cualquier otra gilipollez, o que el Jefe te cae mal, o algo, y nos dejarás entrar. -¿Y que saco yo de todo ésto? Pablo y Rubén estaban tan cegados por el brillo de su gloria que no vieron aquella mancha. ¿Qué sacaba el Gordo? -Bueno... estará claro que ganarás -dijo Pablo. -Ganaría con el mismo grupo de tramposos, solo que su líder sería otro, y en las peleas, todos son el líder y todos los mandados. No sabían que decir. Los segundos pasaban como horas, y temían por que cada vez que pasase uno, llegase el momento en el que el Gordo los mandase a casa. Habían ido a delatar su propio secreto pensando que así se librarían de él, pero ahora estaban en la guarida del lobo. El favor del Gordo era mantener al Jefe y a los otros en el grupo, no volverse a aliar con otro líder. -Estaremos de nuevo en deuda contigo -dijo Rubén. -Lo que sea -dijo Pablo, intentándolo convencer. El Gordo los miró fijamente. -¿Lo que sea? -Lo que sea -dijeron al unísono. -Está bien... quizá me esté pasando con vosotros, chicos... al fin y al cabo, me habéis salvado de una posible traición... -Muchas gracias, Gordo -dijo Rubén. -Nada, ahora iros; tengo cosas que hacer.
Y así, Pablo y Rubén no solo salían de unos apartamentos abandonados; también salían de una alianza de la que habían formado parte desde hacía mucho, salían de los recuerdos de muchas risas, muchas noches juntos... de una amistad quizá, con el Viejas, el Rapper, Pinche, Mauro, el Jefe... y quizá Juan. Unos traidores habían delatado a otros.
Pero no éran los únicos que salían de algo...
Juan estaba a punto de salir de algo aún más grande, algo que había ocupado sus pensamientos desde hacía meses...
...Laura.