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Marear la perdiz
Marear la perdiz es hacer perder el tiempo intencionadamente, en rodeos o dilaciones que retrasan u obstaculizan la resolución de un problema.
En el acto de marear la perdiz se precisan, como mínimo, dos colaboradores, uno es la pobre perdiz, que suele estar sola y desamparada, y el otro es el canalla del mareador, que normalmente está sólo, pero a veces está malvadamente acompañado.
Marear la perdiz es una costumbre típica y exclusivamente española, y está muy arraigada en la población, pese a que se calcula que hay una perdiz por cada millón de habitantes, gatos incluídos; así que nunca veréis un francés o un mejicano mareando la perdiz.
Historia
Dios fue quién trajo como un don esta costumbre a la faz de la tierra; dice la biblia: "El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo y mareó la perdiz. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho".
Se pasó mareando la perdiz hasta el año 33 d.c., cuando por la COPE escuchó "Torito Bravo" de el Fary, y le explicó a él el don de marear la pediz, y le dio la exclusividad a él y sus descendientes, así fue como todos los hijos del fary acabamos aprendiendo tan preciado don.
Utilidades
Para aumentar su eficacia, se recomienda marear la perdiz en lugares como el trabajo, en clase o en misa
aunque también es recomendable marear la perdiz antes de guisarla, ya que si no lo haces, cuando la metas en el caldo empezará a revolotear y te pondrás perdido de ese caldo asqueroso precocinado ese delicioso caldo que solo tú sabes hacer tan bien.
Consecuencias
Marear la perdiz provoca adicción, y si uno no tiene cuidado puede acabar transformándose en una oveja negra
Marear la perdiz puede acabar con tu vida, acabó cruelmente con "Ella baila sola"